sábado, 28 de abril de 2012

Concierto de trova y fados




Diferentes ramas de ese árbol frondoso que es la solidaridad, se unieron este viernes en el Jardín de la Trova de Casa de los Pérez Meza para apoyar al maestro Jesús Antero García.  El concierto trajo al público la flor del canto latinoamericano en las voces del grupo Canto Altano (integrado por Cecilia Mendívil, Remy Farfán y Publio Farfán), la soprano María Murillo y el trovador Mundo Sánchez. 




Canciones de Sabina, Filio, Benedetti y Rodríguez se enlazaron a temas de María Elena Walsh y Chabuca Granda para hacer olvidar al público relojes y calendarios mientras se desplegaba ese otro tiempo marcado por el ritmo único del escenario. 




El concierto inició en tono íntimo con la presencia de Mundo Sánchez a quien después se sumó María Murillo con una contagiosa versión a dúo de ‘Me va la vida en ello”.  Al lucimiento de dicha canción contribuyeron también Ricardo Montes y Víctor Osuna en percusiones y violín.   Luego vino la aportación de Canto Altano que trajo al público el color y el aroma de los amancaes y de la flor de canela tan ligados a los recuerdos de infancia de Chabuca Granda.  Y finalmente Maria Murillo volvió, acompañada ahora por Remy Farfán, para revivir saudades con su voz:  Solidao, Que deus me perdoe y Andorinha da Primavera involucraron al público en el melancólico ambiente del fado. 




El obligado encore dio lugar a un canto colectivo en torno al tema de Víctor Heredia, Razón de Vivir.  E hizo regresar una vez más a los trovadores para que expresaran de otro modo su agradecimiento a la vida: un árbol frondoso de tupidas ramas hizo brotar los versos de Violeta Parra para dejar en la noche mazatleca su recuerdo de música y poesía. 



jueves, 26 de abril de 2012

Ciclo Cine y Ambiente




El ciclo Cine y Ambiente que presentó Casa de los Pérez Meza durante el mes de abril, sin pretender abarcar las múltiples aristas del tema, mostró cuatro films que estimularon entre los cineclubistas la reflexión y el debate sobre la cultura y la naturaleza, además de comentarios sobre el propio hecho fílmico.




La Selva Esmeralda de John Boorman fue la primera de estas películas.  De referencia obligada, el film acude a la deforestación del Amazonas para tratar los daños que produce el enfoque civilizatorio de Occidente en las tribus indígenas, capaces de convivir con la naturaleza sin afectarla.  El hilo conductor de la trama es el secuestro del hijo de un ingeniero que construye una presa en el Matto Grosso, situación que se resuelve diez años después cuando la presa está terminada y es destruída por la propia naturaleza.




Con un enfoque más preciosista, pero también bajo la dirección fotográfica de Phillipe Rousselot, El Oso de Jean Jacques Annaud narra una historia animal en la que el ser humano cumple una función accesoria y antagonista.  La película, de excelente edición y ritmo, se enfoca más a belleza del ambiente natural y a la posibilidad de sentimientos filiales en otras especies. 




Muy similar a El Oso en su concepción de la naturaleza es La Niña y el Zorrito, de Luc Jacquet.  Sin embargo esta última, a través de la amistad entre una niña y un pequeño zorro, explora los límites de la relación ser humano-animales.  Sin llegar a distinguir entre móviles culturales y ontológicos, la niña que inicialmente tiende a contemplar desea después poseer, lo cual genera consecuencias trágicas.  Una bella película que gustó mucho al público infantil pese a que no comparte con Disney el estereotipo de malos y buenos.



El ciclo llegó a su fin el martes 24 con Baraka, de Ron Fricke.   Baraka es un documental poético que, sin diálogos ni narración, provoca múltiples emociones en el espectador.  A través de imágenes que adquieren significado al conectarse entre sí, el film llevó a los asistentes a reflexionar sobre la fragilidad y la grandeza humana, la rutina y la masificación que genera el bienestar capitalista, la humana lentitud de los vínculos entre el hombre y lo sagrado, y a formularse preguntas de alcance filosófico: ¿Qué somos? ¿Dónde estamos? ¿Qué es la vida?



domingo, 1 de abril de 2012

Vive su corazonada en el Jardín de la Trova


Las luces se negaron a dejar el escenario del Jardín de la Trova hasta que Elisa Pérez Meza y sus músicos abandonaron los micrófonos para agradecer los aplausos del público. Una Corazonada movió a los visitantes que desde otras ciudades –Guadalajara, Culiacán, Tepic- y desde otros países –San Salvador, Canadá, Estados Unidos y Colombia- acudieron a Casa de los Pérez Meza este sábado 31 por la noche.


A las ocho y media los asientos estaban ocupados y las primeras luces se encendieron para iluminar la caricia cálida, azul y rosa, de la voz de Elisa. Los boleros llegaron a los ojos entrecerrados de la gente que se entregó a la entraña viva del requinto mientras el violín ataba sus notas a la voz y al ritmo cadencioso de los bongós y el contrabajo.



Era solo el preludio porque después el espacio se inundó con la mágica sensualidad de los arrabales: “en un café de céntrica avenida, bailaba el tango suspirando amor, era de negro como ella se vestía y resaltaba más su perdición”. La voz de Elisa fluyó cristalina hacia los valses y joropos que encontraron su cauce en la emoción del público: “todas mis olas sobre tu playa se rompen, todo mi cuerpo está pronunciando tu nombre”.



Corazonada y La Incompleta de El Negrumo, Amor de mis amores de Agustín Lara y Usted de Gabriel Ruiz. Más boleros y el encore estaba ganado. Al grito unísono de otra, Elisa volvió y entonces fue el mismo José Alfredo Jiménez quien se acopló a las alas y la transparencia de su voz permitiendo que Un mundo raro y No me amenaces se instalaran en el pecho de los asistentes, unos cantando y otros percibiendo la enorme energía del sentir colectivo. La corazonada se volvió realidad.


Ciclo de Cine Israelí


Los temas recientes del cine Israelí reflejan las transformaciones socio históricas del país, sus conflictos culturales y sus problemas de identidad. Se trata de un cine que no busca complacer al Estado, que se ha posicionado en festivales internacionales y que ha obtenido cada vez mayor presencia mundial.


Para obtener una visión de este floreciente avance, Casa de los Pérez Meza realizó durante los meses de febrero y marzo un ciclo con películas de varios directores representativos de Israel. Uno de ellos fue Amós Gitai y su film Kedma, que abrió el ciclo con la historia de un grupo de refugiados del Holocausto que son llevados a Palestina en mayo de 1948, cuando los británicos aún gobiernan, los árabes defienden su territorio y el Estado de Israel aún no existe. El tema, que ya había sido tratado por otros directores, es abordado por Gitai desde una postura crítica, en una película sin primeras figuras pero con reveladores soliloquios de personajes árabes y judíos.


El pequeño Tallarín de Ayelet Menahemi cautivó con su historia intimista y conmovedora, y despertó diversos comentarios sobre la vida de los migrantes y los problemas de la soledad y el aislamiento. Las actuaciones de Mili Avital y de Bao Qui Cheu dejaron un grato recuerdo en los asistentes.


Luego vino El primer baile, el primer amor, donde un niño de madre rusa y padre israelí enfrenta conflictos culturales cuando se enamora de una hermosa bailarina. La película aborda problemas complejos del alma humana y plantea al espectador la posibilidad de romper rutinas y ataduras.


Marzo inició con Imaginando Jerusalén de Ra’anam Alejandrowicz, una película mordaz y crítica que suscitó apasionados comentarios acerca de la religión, el poder corruptor del consumismo, la inmigración y la moral capitalista. A decir de uno de los asistentes Imaginando Jerusalén es “todo un estudio sociológico sobre la explotación del trabajo humano y el espíritu de Occidente, dentro de un guión disfrazado de comedia con su música pop y sus coloridas imágenes”.


Desde otra óptica, Uzhpizin (Los invitados) cuestiona también el flujo de lo religioso en la modernidad. La historia de una pareja pobre de judíos ortodoxos, genialmente interpretada por Shuli Rand y por su esposa en la vida real, Michar Bat-Sheva Rand, permite al espectador analizar el alcance de los milagros y de la fé, dentro de una trama que atrapa por igual a católicos y a ateos.



Dos películas de Eran Riklis dieron el toque final al Ciclo: la primera fue La Novia Siria, con algunos personajes-estereotipo y una sucesión de temas que desfilan conforme la protagonista, habitante de un pueblo islámico fronterizo, enfrenta a la burocracia israelí que la considera de “nacionalidad indefinida”. La otra fue El Limonero, donde Hyiam Abbass se lleva las palmas por su soberbia representación de una mujer palestina que es a la vez delicada y fuerte, hospitalaria y enérgica, cortés y digna. En esta película los asistentes encontraron diversas aristas del poder, presentes en la relación entre dos culturas que difieren en riqueza material y entre dos mujeres cuya relación con los hombres fluctúa entre la sumisión y la rebeldía.