El ciclo Cine y Ambiente que presentó Casa de los
Pérez Meza durante el mes de abril, sin pretender abarcar las múltiples aristas
del tema, mostró cuatro films que estimularon entre los cineclubistas la
reflexión y el debate sobre la cultura y la naturaleza, además de comentarios
sobre el propio hecho fílmico.
La Selva Esmeralda de John Boorman fue la primera de
estas películas. De referencia obligada,
el film acude a la deforestación del Amazonas para tratar los daños que produce
el enfoque civilizatorio de Occidente en las tribus indígenas, capaces de
convivir con la naturaleza sin afectarla.
El hilo conductor de la trama es el secuestro del hijo de un ingeniero
que construye una presa en el Matto Grosso, situación que se resuelve diez años
después cuando la presa está terminada y es destruída por la propia naturaleza.
Con un enfoque más preciosista, pero también bajo la
dirección fotográfica de Phillipe Rousselot, El Oso de Jean Jacques Annaud
narra una historia animal en la que el ser humano cumple una función accesoria
y antagonista. La película, de excelente
edición y ritmo, se enfoca más a belleza del ambiente natural y a la
posibilidad de sentimientos filiales en otras especies.
Muy similar a El Oso en su concepción de la
naturaleza es La Niña y el Zorrito, de Luc Jacquet. Sin embargo esta última, a través de la amistad
entre una niña y un pequeño zorro, explora los límites de la relación ser
humano-animales. Sin llegar a distinguir
entre móviles culturales y ontológicos, la niña que inicialmente tiende a contemplar
desea después poseer, lo cual genera consecuencias trágicas. Una bella película que gustó mucho al público
infantil pese a que no comparte con Disney el estereotipo de malos y buenos.
El ciclo llegó a su fin el martes 24 con Baraka, de
Ron Fricke. Baraka es un documental
poético que, sin diálogos ni narración, provoca múltiples emociones en el
espectador. A través de imágenes que
adquieren significado al conectarse entre sí, el film llevó a los asistentes a
reflexionar sobre la fragilidad y la grandeza humana, la rutina y la
masificación que genera el bienestar capitalista, la humana lentitud de los
vínculos entre el hombre y lo sagrado, y a formularse preguntas de alcance
filosófico: ¿Qué somos? ¿Dónde estamos? ¿Qué es la vida?
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