miércoles, 27 de mayo de 2009

Guadalupe Veneranda


Guadalupe Veneranda debe su nombre a una maestra que la obligó a publicar un escrito en El Sol del Pacífico. Por temor a las críticas -era entonces una adolescente-, se quitó los apellidos Paez y Tejeda, y desde entonces es conocida sólo por su nombre que significa “Guadalupe la digna de veneración”. Pese a haber estudiado psicología y derecho, el amor a los libros le había sido cultivado desde el colegio de religiosas donde estudió. Y un curso sobre promoción de la lectura fue el detonante de su vocación.



A partir de entonces se le ve cargando libros, recomendando autores, formando círculos o difundiendo lecturas en la radio. Quien la conoce reconoce en ella una virtud: la pasión. Certeramente dijo Julieta Montero al presentarla: “Lupita es amor derretido ante las páginas de un libro, vibra con la primera palabra, acaricia el papel, recorre con la yema de su dedo el contorno de los dibujos, busca la hilación entre el texto y el color, saborea los mensajes, se mete dentro de un personaje y lo hace suyo para luego hacerlo real ante los ojos redondos y bien abiertos de los infantes. Su voz cambia, se matiza, explota al explicarles o comentarles el texto que, ante esto, queda exhausto, tirado, cansado por haber vivido intensamente”.


Actualmente Guadalupe Veneranda recibe salario por esta actividad que durante décadas realizó incansablemente por el puro placer de ver la emoción que suscitan los libros en los lectores. 60 círculos de lectura en el sur de Sinaloa, desde San Ignacio hasta Escuinapa, son testigos de esta labor que aún realiza “heroica y hasta estoicamente”. Por una vida dedicada a su profesión, el creador del programa ‘Música y costumbres de México’ y director teatral Carlos Ambriz le otorgó, en Casa de los Pérez Meza, una medalla de plata y un reconocimiento.

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